
A diferencia de lo ocurrido en el Belgrano, donde los push pull funcionaron por casi dos décadas satisfactoriamente, en el Roca presentaron una serie de inconvenientes que pronto volvieron conflictivo su uso. Roturas en las mangueras de freno, fallas en el sistema de mando a distancia y en el sistema de comunicación telefónica entre cabinas acababan regularmente con la locomotora tirando en ambos en sentidos, desaprovechando las ventajas que el sistema proponía.

Otro ítem conflictivo eran los frenos: en condiciones normales, desde la locomotora se aplica el denominado freno combinado que actúa simultáneamente sobre el tren y la máquina. A menudo este sistema no funcionaba, pero existía la posibilidad de aplicar ambos frenos por separado. En la cabina push-pull, en cambio, solo estaba disponible el freno combinado, que era algo lento, y al igual que antes, si no funcionaba sólo se aplicaban los frenos en los coches, quedando la máquina como peso muerto al final de la formación reduciendo considerablemente la capacidad de frenado. Aquí entonces entraba en juego el ayudante que desde la locomotora aplicaba su freno por separado sincronizando su acción con el conductor mediante el teléfono o toques de bocina. Cuando no era suficiente o fallaba la comunicación telefónica, era normal el uso «regulado» del freno de emergencia con las lógicas complicaciones de maniobra para el conductor.
A pesar de todo, el sistema push pull continuó en servicio hasta la inauguración del servicio electrificado el 9 de noviembre de 1985. Las cabinas sobrevivientes se concentraron primero en la playa técnica de Remedios de Escalada, mas tarde en Kilo 7 y finalmente en Retiro San Martín y Avanzada (San Luis), hasta que la merma de la dotación de material remolcado en tiempos de la concesionaria Metropolitano obligó a echar mano a algunos de ellos para reconvertirlos en coches salones.
