Cuando el siglo XIX transitaba sus últimas décadas, apareció en Europa un tipo de vehículo ferroviario destinado al transporte de pasajeros en ramales de poca demanda que permitía mejorar notablemente los costos operativos y de mantenimiento. Así, sea con tracción eléctrica o de vapor, el novedoso coche motor comenzó a ganarse un lugar destacado entre las formas de tracción sobre rieles.
El primer antecedente en nuestro país tiene lugar en año 1872 cuando el Ferrocarril del Oeste incorpora tres vehículos constituidos por un cuerpo central (que alojaba la caldera vertical y el motor propulsor) al que se vinculaban dos coches de pasajeros con chasis de hierro y carrocería de madera.
En 1905 el Ferrocarril del Sud incorpora tres coches motor fabricados por Kerr Stuart (parte motriz) y Gloucester Carriage Co. (vehículo de pasajeros) equipados con un bogie motriz con ruedas de 1044 mm de diámetro y tracción sobre un solo eje, sobre el cual se montaba la caldera vertical y los órganos de mando que articulaba con un coche de pasajeros con capacidad para 52 pasajeros (28 en primera clase y 24 en segunda clase) y un compartimento para equipajes. La iluminación era eléctrica, para lo cual contaban con un turbogenerador independiente de 110V. Fueron puestos en servicio entre Temperley – Cañuelas y Temperley – Florencio Varela, y en 1912 uno de ellos (el número 2) fue trasladado al valle del Rio Negro para correr entre Neuquén y General Roca. El otro, por su parte, fue afectado a un curioso servicio al que hicimos referencia en una nota anterior.